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El pasado año 2022, coincidiendo con el estreno de la cuarta temporada de Stranger Things, se produjo un hecho insólito en la historia de los music charts (listas de éxitos musicales). Los seguidores de la serie seguro que sabrán de lo que hablamos. La artista británica Kate Bush volvía a emerger en el top de los music charts en multitud de países: EE. UU. (US Bilboard Hot 100), Reino Unido, Bélgica, Alemania, Suecia, Nueva Zelanda o Canadá, entre otros. Lo llamativo es que lo logró con una canción publicada en 1985: “Running up that Hill”. Por supuesto, el detonante no fue otro que el protagonismo que dicha canción adquirió durante una de las escenas centrales del cuarto episodio de la cuarta temporada. Sin caer en spoilers, bastaron apenas 1 minuto y 17 segundos para convertir en viral a la artista británica y a su tema en una de las canciones del 2022, nada más y nada menos que 37 años después de su publicación. Muchos de los espectadores ni habíamos nacido cuando se publicó la canción. Este hito se dio gracias a lo que se llama sincronización (definida más detalladamente en este post).

Las cifras obtenidas por la canción son abrumadoras: Más de 165 millones de visitas a su videoclip en YouTube, las búsquedas en Shazam se multiplicaron del 1 millón a los 4 millones en cuestión de semanas, las escuchas en Spotify alcanzan los 800 millones de reproducciones y, por supuesto, TikTok e Instagram se inundaron de millones de memes e historias con la canción como fondo de audio.

Sirva este ejemplo para introducir el tema del post de hoy: La importancia de la música preexistente en las producciones audiovisuales y cómo las plataformas de streaming pueden convertirse en una catapulta, no solo para dar a conocer a un artista emergente o introducir un nuevo single de artistas consagrados, sino para rescatar del olvido viejos hits y artistas. Todo ello, en definitiva, permite ampliar el campo de difusión de la canción y darla a conocer a un público nuevo, como en el caso de Kate Bush.

La selección musical es un aspecto vital en el resultado final de una película, serie o documental, ya sea mediante música preexistente u original (creada ex profeso para la obra) o mediante música de ambientación o score. A esto se le llama sincronización y, de todo ello, se encarga el supervisor musical de la producción, clave para conseguir este tipo de efectos virales. El supervisor musical es aquella figura que se dedica a gestionar todos los aspectos musicales de una producción audiovisual, ya sea una película, una serie, un documental, un spot publicitario, un videojuego, etc. Entre sus funciones principales está la de obtener el derecho de sincronización (por la parte editorial) y el derecho de reproducción (por la parte fonográfica), a través de las correspondientes cesiones por parte de los titulares de derechos editoriales y de los titulares de derechos sobre los fonogramas. El derecho de sincronización es un derecho atípico (en cuanto a que no está regulado en la Ley de Propiedad Intelectual), se trata de un acto de explotación híbrido entre el derecho de reproducción y el de comunicación pública que se requiere para hacer posible la incorporación de una pieza musical en una producción audiovisual.

Dicho esto, hemos preparado una serie de preguntas con el ánimo de aclarar algunos puntos básicos que pueden ser interesantes desde el punto de vista de un artista.

¿Por qué, como artista o banda, me puedo beneficiar de que mi canción suene en una serie o en una película?

Como hemos visto en el ejemplo de Kate Bush, una canción que entra dentro del metraje de una serie/película va a adquirir una relevancia indudable y va a dar la posibilidad al artista o banda de llegar a un público más amplio y diferente de lo que podría ser su target natural dependiendo de su estilo musical.

Llegar a más público se traduce en mayor visibilidad, más posibilidades de cerrar nuevas actuaciones, nuevos territorios, más venta de entradas; aumento de escuchas en Spotify, Tidal, o Apple Music que deberían generar mayores royalties, etc.

Obviamente, no en todas las ocasiones se consigue ese impacto “viral”. Pero en todo caso, el derecho de sincronización se convierte en un ingreso más para el artista o banda que no hay que minusvalorar en absoluto.

 

¿Por qué le interesa a la serie o película sincronizar una canción determinada de un artista o banda?

Dentro del proceso creativo, es evidente que la combinación de imágenes en movimiento con la música apropiada enriquece y ensalza la narrativa, aporta ritmo y refuerza del mensaje que el realizador pretende comunicarnos en momentos concretos de una película o una serie.

Cuando, como espectadores, reconocemos una canción dentro de una escena, esa identificación hace que conectemos de una manera mucho más profunda e inmediata con el momento narrativo o con la propia historia en sí. La música aporta un valor a la obra audiovisual difícilmente igualable, casi a la altura de la calidad interpretativa o de la factura fotográfica.

Hemos visto que Netflix o HBO han trabajado con esta premisa en varias de sus series de mayor éxito, creando una identidad sonora que se acaba convirtiendo en un reclamo incluso a veces mayor que la propia historia. Sirva de ejemplo el trabajo de selección musical de Euphoria, Peaky Blinders, más recientemente en The Last of Us o The Playlist, o el ya mencionado de Stranger Things. Es por ello que los presupuestos de las producciones cada vez cuentan con una cantidad mayor para la sincronización.

 

El presupuesto: ¿Cuánto vale que una canción suene en una película o serie?

Como decimos arriba, el hecho de que cada vez haya más presupuesto no quiere decir que este sea ilimitado, más bien todo lo contrario. Al menos en las producciones españolas, suelen ser bastante ajustados y los supervisores se ven obligados a hacer verdaderos encajes de bolillos para cuadrar las cuentas. Es habitual que un gran porcentaje del total del presupuesto se destine a una o dos canciones digamos más conocidas, teniendo que recurrir a otras de artistas menos reconocidos o emergentes para completar la selección musical dentro de las cifras establecidas.

En cuanto al precio, la realidad es que no hay una tarifa preestablecida. Normalmente, los supervisores musicales y las discográficas ya cuentan con un histórico de transacciones que permite, por comparación, contextualizar si un fee está bien dimensionado. Por tanto, el precio final dependerá en buena medida de la fuerza negociadora y del interés de las partes.

 

Como autor de la canción, ¿qué porcentaje o qué ingresos recibiría?

Los ingresos generados por la sincronización se pueden repartir en un 50 % entre el titular de los derechos del máster (generalmente el sello o la discográfica) y el autor o autores de la canción (a través de su editorial musical, si la tiene o directamente con ellos), aunque este porcentaje depende del contexto, de la situación, de los players de la industria que intervengan en el acuerdo y de lo que venga preestablecido en el contrato discográfico que vincula al artista con el sello. Por ello, es importante asesorarse antes de firmar un contrato de sincronización.

En este punto, cabe señalar e interesa al artista tener en cuenta lo siguiente:

Si la canción elegida va a ser modificada por la productora audiovisual para usarse, es decir, se va a hacer una versión o un remix de la obra para la película o serie, el artista (o el titular de los derechos editoriales) solo tendría que otorgar la licencia de sincronización.

Si lo que se va a utilizar es el máster de la canción elegida, es decir, la canción original, además de la licencia de sincronización, el artista (o el titular del máster) también tendrá que otorgar una licencia de reproducción.

Además, en numerosas ocasiones, la sincronización se da con motivo de un contrato de encargo de obra. Dicho contrato establece la obligación para el artista de componer una obra musical, producirla y entregar la versión final a la productora de la obra audiovisual a cambio de una contraprestación fija y un porcentaje mínimo sobre los derechos editoriales y/o sobre los derechos del máster. Si esta cantidad fija es elevada, es habitual que se incluyan en favor del compositor porcentualmente únicamente los derechos de autor irrenunciables, que los percibirá a través de la entidad de gestión correspondiente (SGAE).

 

¿Qué pasa si la canción tiene varios autores y alguno, o todos, tienen cedidos sus derechos editoriales a diferentes editoriales?

Cuando se trata de una canción con autoría múltiple, el porcentaje de beneficios se debe repartir, a su vez, en función del porcentaje de autoría acordado por los autores y, en caso de estar declarada en SGAE o en una OGI, el que quede fijado en el registro del tema.

A su vez, puede ocurrir que la canción sea fruto de una colaboración puntual entre dos o más artistas (el clásico featuring) y que los autores pertenezcan a editoriales diferentes. En ese caso, para que la sincronización pueda fructificar, se necesita que el 100 % de los autores (y sus editoriales) estén de acuerdo y firmen sus respectivas licencias de sincronización. Si cualquier de ellos se negara, el acuerdo no podría seguir adelante.

Todo esto varía en función de si se solicita la obra exclusivamente y se versiona de forma posterior por la productora audiovisual (solo sería necesaria la licencia de sincronización) o de si se solicita la obra y la fijación de la misma en un fonograma (serían necesarias las licencias de sincronización y de reproducción). En estos casos hay que calibrar todos los agentes que han participado y participan en la creación del máster final.

 

¿Cómo se mide el éxito de una sincronización?

A día de hoy, la banda o artista y el propio sello tienen a su disposición multitud de datos dentro de las propias plataformas, empezando por Spotify for Artists, que permiten conocer parámetros de escucha, territorios, número de oyentes únicos, reproducciones, etc.

Como venimos contando durante todo el artículo, el impacto de una sincronización se hace notar rápidamente en todos los medios de difusión de un artista o banda. Uno de los más clarificadores es el aumento de búsquedas en Shazam, pero a este le sigue el aumento de streams en Spotify, Tidal, YouTube Music, aumento de seguidores en redes, etc. En definitiva, un aumento de notoriedad a todos los niveles.

 

Stranger Things es una serie ambientada en la estética 80s, donde toda la sincronización musical se enmarca en la música de dicho período y donde se puede disfrutar de canciones de Queen, Vangelis, John Carpenter, Echo and the Bunnymen, Madonna y un largo etcétera de artistas de primer nivel. Lógicamente, el presupuesto musical de esta serie marca la diferencia, ya que de otra forma el trabajo de conseguir estas piezas musicales no sería viable. Hablamos de una de las series más vistas de la historia. La playlist oficial de la cuarta temporada está disponible en Spotify.

Como recomendación personal, me gustaría citar otra serie estrenada en 2022 y cuya selección musical es realmente brillante. Se trata de “The Bear”, serie de FX disponible en Disney+ y recientemente nominada en los Globos de Oro a mejor serie de televisión de comedia o musical y cuyo protagonista, el brillante Jeremy Allen White, consiguió el premio en la categoría de mejor actor de serie de televisión de comedia o musical. Sin entrar en spoilers, en esta serie ambientada en un restaurante familiar de Chicago en crisis, se puede degustar la música de los locales Wilco y Sufjan Stevens, pero también de verdaderos clásicos de primer nivel como Pearl Jam, Genesis, David Byrne & Brian Eno, The Beach Boys o Radiohead. La playlist completa está disponible en Spotify.

 

Dada la falta de definición en muchos aspectos del proceso de sincronización, por ejemplo en los porcentajes presupuestarios, de ingresos, de derechos, etc., nuestro consejo es asesorarse antes de firmar un contrato de sincronización. En Sympathy for the Lawyer nos ocupamos de todos los asuntos legales y empresariales de la industria musical para facilitar la vida a todos los profesionales del sector y que se puedan centrar en desarrollar sus proyectos artísticos. Podemos ayudarte de varias maneras:

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Autor: Álvaro Marín

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