En la industria musical, no todo ocurre sobre los escenarios ni en los estudios de grabación. Parte del presente y del futuro se juega en las aulas, en las políticas públicas y en la inversión que los países hacen en educación artística. Y esa es precisamente la conversación que se ha encendido en Reino Unido tras una acción colectiva sin precedentes.
Ed Sheeran y 600 artistas británicos alzan la voz
Hace unos días, más de 600 figuras clave de la música británica, entre ellas Ed Sheeran, Harry Styles, Elton John, Coldplay o Dua Lipa, firmaron una carta abierta dirigida al primer ministro británico. La petición: una inversión urgente de 250 millones de libras para rescatar la educación musical en el país.
La propuesta central es crear un «Music Premium«, inspirado en el «Sports Premium«, un modelo ya vigente que transfiere fondos directamente a los colegios públicos para reforzar la educación física. Los artistas proponen replicar este enfoque en el ámbito musical: contratar profesorado, garantizar espacios adecuados, facilitar instrumentos y, sobre todo, asegurar el acceso universal a la educación musical.
Esta carta surge semanas después de que el gobierno anunciara una inversión de 270 millones de libras en cultura, centrada en infraestructura y empleo creativo. Pero, como advierten los firmantes, esa inversión no alcanza la base: la formación artística desde la escuela.
Un diagnóstico preocupante
La carta y varios informes recientes evidencian un deterioro grave en la educación artística británica:
- El 93% del alumnado británico está en escuelas públicas, donde la oferta musical ha caído un 21%.
- Solo el 0,5% de los programas educativos se destinan al sector creativo, pese a que la industria musical genera 7.600 millones de libras al año.
- Las matrículas en asignaturas artísticas han caído un 47% en secundaria y un 29% en bachillerato desde 2010.
- Reino Unido dedica solo el 0,46% de su PIB a cultura, frente a un 0,74% de media europea.
Y un dato simbólico que ha despertado todas las alertas: 2024 fue el primer año en dos décadas sin artistas británicos en el top 10 global de discos o sencillos.
«Aprender a tocar un instrumento o estar en una banda se ha vuelto un lujo que muchos niños no pueden permitirse», afirma Ed Sheeran.
La consecuencia es clara: si no formas, no exportas. Si no educas, no hay cantera. Y sin acceso a la música desde la infancia, no se puede sostener una industria creativa fuerte a largo plazo.
Las cinco medidas propuestas
Los firmantes no sólo exponen el problema. También proponen soluciones concretas:
- Formar 1.000 nuevos profesores de música de forma urgente.
- Crear un fondo nacional para apoyar espacios juveniles musicales.
- Diseñar programas de aprendizaje vinculados a festivales y a la industria real.
- Revisar el currículo escolar con un enfoque actualizado y diverso.
- Incluir la música en los criterios de evaluación escolar.
Un plan claro para devolver a la música su lugar dentro del sistema educativo.
La situación en España: ¿vemos señales similares?
Aunque en España no hay una carta colectiva de ese calibre (aún), las carencias también son evidentes. El país destina más de 63.000 millones de euros anuales a educación pública, un 4,7% del PIB, pero la inversión en educación artística es prácticamente invisible.
Por ejemplo, en 2023 el programa estatal de «Enseñanzas artísticas» contó con menos de 300.000 euros de presupuesto. A esto se suma un sistema descentralizado, donde cada comunidad autónoma decide cuánto peso darle a la música en sus aulas. El resultado es una realidad desigual, donde el acceso a la formación artística depende más del lugar de residencia que del talento.
La música en la ESO: presencias y ausencias
La ESO, que abarca de los 12 a los 16 años, es una etapa clave. Sin embargo, en la mayoría de comunidades autónomas, la música sólo es obligatoria en 1º y 3º, con dos o tres horas semanales. En 2º suele desaparecer y en 4º solo aparece si el centro la ofrece como optativa. Y aunque se elija, las horas lectivas son muy escasas.
Diferencias por comunidades
Algunas comunidades, como el País Vasco o Cataluña, cuentan con una mayor accesibilidad a escuelas públicas de música y conservatorios desde edades tempranas. También tienen centros superiores de referencia como Musikene o la ESMUC. Sin embargo, estas opciones suelen estar fuera del sistema educativo obligatorio, funcionando como formación paralela o extraescolar, con un acceso limitado.
Un problema de base: la falta de regulación
España sigue sin aprobar una ley estatal clara para regular las enseñanzas artísticas. Desde hace años se debate cómo integrar estos estudios en el sistema universitario o profesional superior, pero la legislación no llega. Esto deja a miles de estudiantes en un limbo legal y académico, con titulaciones que no siempre se reconocen y sin una hoja de ruta clara hacia la profesionalización.
El impacto en la industria musical
¿Y en la práctica? La falta de formación también se nota en los resultados.
Según él último informe que lanzamos desde Sympathy for the Lawyer solo el 39% de los éxitos musicales en España son de artistas nacionales. Un porcentaje muy inferior al de otros países del entorno:
- En Italia, el repertorio local ha pasado del 59% al 84% en la última década.
- En Francia, 18 de los 20 discos más vendidos en 2024 fueron de artistas franceses, y las exportaciones musicales crecieron un 19% respecto al año anterior.
La gran pregunta: ¿hará algo España?
¿Veremos en España un movimiento similar al del Reino Unido? ¿Un frente común de artistas, docentes y agentes del sector reclamando una estrategia nacional para rescatar la educación musical?
Porque si no se invierte en el talento desde la base, da igual cuántos festivales se organicen o escenarios se construyan. La música, como cualquier ecosistema, necesita raíces. Y esas raíces están en las aulas. En los instrumentos escolares. En los profesores que enseñan a tocar, a componer, a escuchar.
Sin eso, como en el deporte, la industria se queda sin cantera.