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Con motivo de la miniserie distribuida por Netflix, The Playlist, nos adentramos en los escollos legales que se encontraron los creadores de Spotify y a los que tuvieron que hacer frente para poder sacar la plataforma sueca y así revolucionar la industria musical. ¿Cómo Spotify convenció a las discográficas para sacar su plataforma al mercado? Aquí la respuesta.

Contexto, ¿cómo era la industria musical a principios de los 2000? 

Es importante aquí echar la vista atrás para comprender las dificultades con las que se encontraron Daniel Ek y Martin Lorentzon. Y es que la industria musical estaba en pie de guerra. La era digital había llegado y era necesario encontrar unas vías de explotación de la música que fuera más allá de los soportes físicos como el CD, cuyas ventas iban en descenso. 

En Estados Unidos acababa de terminar la batalla en los tribunales entre las discográficas y Sean Parker y Shawn Fanning, los creadores de Napster. Esta compañía había irrumpido en 1999 como una gran red P2P (peer to peer), cuyo servidor principal permitía el intercambio entre usuarios de sus propias colecciones de música en formato mp3. 

Las asociaciones de derechos de autor y, principalmente los grandes sellos discográficos, comenzaron acciones legales por violación de derechos de propiedad intelectual, terminando en 2001 con una indemnización de unos 26 millones de dólares que Napster tuvo que pagar en concepto de daños, y aproximadamente 10 o 12 millones de dólares por las licencias necesarias para el futuro de la compañía. 

En Europa la cosa no era muy distinta, en la propia Suecia, lugar de origen de Spotify, The Pirate Bay (La bahía pirata) había nacido como organización anticopyright, que operaba como un motor de búsqueda e indexado de archivos BitTorrent. De esta forma permitían el acceso por parte de sus usuarios a material multimedia, como música, y su descarga. 

En otras palabras, había una necesidad de actualizarse para el mundo digital y había varias plataformas que, haciendo uso del dominio de la tecnología, se habían adelantado permitiendo el acceso a música a todo el mundo sin pagar un euro. Esto hizo que las casas discográficas vieran con cierto recelo nuevos proyectos que quisieran ofrecer música al público digitalmente y de forma gratuita. 

¿Por qué Spotify era algo nuevo? 

Lo que los creadores de Spotify tenían en mente era algo distinto a lo ya visto, no era un servidor desde el que descargar música gratuitamente para luego escucharla, sino que se podría escuchar en línea, sin necesidad de descargarla. Algo que ahora nos parece lo más habitual y normal, entonces no lo era, sobre todo teniendo en cuenta el funcionamiento de los ya mencionados Napster y The Pirate Bay. 

Esto es lo que, en propiedad intelectual, se denomina “puesta a disposición”, y se recoge en nuestra ley de propiedad intelectual como la forma de comunicación pública de obras por procedimiento alámbricos o inalámbricos, de tal forma que cualquier persona pueda acceder a ellas desde el lugar y en el momento que elija. 

Es cierto que antes de Spotify las propias discográficas habían hecho escarceos con este modelo de negocio, así estaban “PressPlay” de Universal y Sony, y “MusicNet”, de EMI, AOL/Time Warner y BMG. Estos servicios, controlados por los sellos no tenían un producto interesante a ojos del consumidor, pocas canciones, baja calidad de reproducción y un coste elevado, y acabaron cayendo ante la burbuja de Napster. 

¿Por qué era necesario la autorización de las casas de discos? 

Para poder lanzar una plataforma de streaming como Spotify era imprescindible contar con las licencias y autorizaciones por parte de las discográficas, al menos, si se quiere hacer legalmente evitando así demandas millonarias. 

Hemos explicado en otras ocasiones cómo los productores fonográficos tienen derechos exclusivos sobre las grabaciones que financian y, aunque ciertas modalidades de explotación y comunicación al público de éstas se pueden gestionar directamente mediante las entidades de gestión, que posteriormente pagarán a los sellos lo que han recaudado por la concesión de las licencias, la puesta a disposición requiere de autorización directa de las discográficas.  

En otras palabras, o se conseguían acuerdos con las discográficas, o Spotify no saldría adelante. Teniendo en cuenta la falta de comprensión de los sellos y el afán de los creadores de la plataforma de ofrecer música gratuita a todo el mundo, era una tarea difícil.

¿Cómo consiguieron convencer a las discográficas? 

En la serie, aunque sin entrar en detalles, muestran cómo las primeras negociaciones con las discográficas no fueron fructíferas, y cómo los sellos abusaban de su posición de poder en el mercado, tratando de imponer unas condiciones totalmente desproporcionadas con unos precios desactualizados etc.  

Daniel Ek tampoco lo ponía fácil, el modelo de ofrecer música gratuita con publicidad no generaba los ingresos necesarios para poder hacer frente a estas condiciones. Aquí es fundamental la labor de Petra Hansson, abogada de Spotify, que propuso introducir unos servicios atractivos y de pago.  La idea sería que Spotify fuese gratis y abierta a todo el mundo, pero aquellos que quisiesen poder crear sus listas de reproducción, compartir música y no tener publicidad, tendrían que pagar una cuota de suscripción mensual.  

Ideó Spotify Premium, un servicio que la gente estaría dispuesta a contratar en lugar de limitarse a la opción gratuita. Así, la compañía tendría unos ingresos garantizados y, además, obtendría unas estadísticas del consumo de música de los usuarios de mucho valor, algo que a las estadísticas podría interesar.  

Los acuerdos 

Con esto en mente, Hansson y otros abogados especializados retomaron las negociaciones, y así lograron en 2009 poner el pie en los Estados Unidos, labrando un acuerdo con el que, por aquel entonces, era director general de WMG, Edgar Bronfman Jr, para que todo el catálogo del grupo estuviera disponible en Spotify Europa. El resto de grupos y sellos vinieron detrás. 

A cambio, tuvieron que conceder participaciones en la compañía a estos principales sellos. Se estima que Sony BMG se llevaron un 6%; Universal un 5%, aunque luego ascendería a 7% con la adquisición de EMI; y WMG un 4%. De esta forma, al hacerles partícipes de la empresa y del proyecto, tienen un interés en que llegue a buen puerto y sea un éxito, ya que repercutirá positivamente en sus bolsillos. 

Cuesta imaginarnos ahora una industria musical sin Spotify. La empresa sueca ha cambiado las reglas del juego, permite a muchos artistas acceder a un mayor público, y a los usuarios conocer una cantidad ingente de música, algo impensable hace décadas cuando se dependía de lo que pinchasen en la radio y los discos disponibles en las tiendas de cada ciudad. 

Para conocer todas estas oportunidades y ventajas, así como el funcionamiento de la plataforma, hemos elaborado una guía sobre todo lo que ofrece Spotify para todos los players de la industria musical que os dejamos aquí 

Santiago Bernal

Music Lawyer & Legal Manager en SFTL

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