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Hay mucha expectativa en torno al nuevo disco de Aitana, su primer single oficial “Los Ángeles” ha sido muy bien recibido y aceptado por su público, y confirma lo que se venía rumoreando: un cambio de estilo, acercándose la catalana a los sonidos y referencias propios de la música house y electrónica.  Un elemento muy importante en la música electrónica es el uso de loops y samples y, desde que ha salido el adelanto de su próximo single “Las Babys”, muchos han señalado el parecido con el éxito de los noventa “Saturday Night” de Whigfield, preguntando si precisamente Aitana ha sampleado dicha canción. ¿Ha habido sampling de Aitana?

Pero, ¿qué es el sampling? 

El sampling o muestreo es una técnica que toma el concepto de inspirarse, homenajear, tomar préstamos de otras obras a la hora de crear otra, y que consiste en hacer una suerte de “corta y pega” de una grabación en otra, es decir, samplear es extraer una muestra sonora de un fonograma e insertarla en otro. 

Los derechos sobre una canción se dividen en dos categorías: los derechos sobre la composición, los llamados editoriales, por un lado, y los derechos sobre la grabación, el fonograma que incorpora la canción. Los primeros corresponden a los autores de la obra y a sus editores, y los segundos, a los productores. Al emplear un fragmento de una grabación sonora que incluye una composición, se está utilizando esta, y así, tanto los derechos editoriales como los fonográficos se ven afectados, siendo necesario obtener una licencia de sus respectivos titulares.   

La figura de la interpolación o del replay 

Las interpolaciones son similares a los samples, diferenciándose principalmente en que no requieren la autorización del productor debido a que se trata de una reinterpretación de un fragmento de una composición y no a la utilización del fragmento de la grabación que incorpora tal parte. Un ejemplo podría ser replicar un riff de guitarra conocido en otra canción, pero tocándolo directamente, como hicieran los Red Hot Chilli Peppers en “Give It Away” usando el riff principal de “Sweet Leaf” de Black Sabbath. 

¿Siempre es necesario pagar por las licencias editoriales y fonográficas de sample? 

Atrás quedan ya los días del salvaje oeste del sampling en los que grupos como Public Enemy o Beastie Boys creaban verdaderas obras de arte, similares a collages sonoros, empleando cientos de samples en sus discos. Esto a día de hoy es inviable. Existen, de hecho, estudios donde calculan los importes que se solicitarían por el licenciamiento de todos estos samples y las cifras son astronómicas. Como regla general, podemos decir que sí, hay que pagar. 

Hay, no obstante, excepciones, ya sean desde el punto de vista teórico o desde el casuístico, que conviene conocer. 

Por el lado de la composición. Hay que dejar a un lado concepciones o ideas equivocadas sobre que la extensión de la muestra, la duración de la porción de una canción que se utiliza como decisivo a la hora de determinar la necesidad de una licencia o no. El criterio que identifica la protección de una obra es la originalidad, es decir, es cualitativo, no cuantitativo. Por ello, y tal como ha establecido el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, si en un fragmento de una obra de encuentra la expresión de la mente creadora de su autor, o creación intelectual de este, se considerará una reproducción parcial de la obra y requerirá de autorización. Si, por el contrario, no fuese posible encontrar tal expresión, teóricamente no sería necesaria la licencia editorial. 

¿Qué problema implica esto? Que habría que realizar un juicio de originalidad sobre cada obra y, además, supongamos que se paga la licencia fonográfica al productor por haber extraído un fragmento de su grabación, difícilmente va un autor o editor a permitir no llevarse su parte, no es muy lógico si se observa desde una visión de mercado.  

¿Qué sucede con los derechos sobre la grabación? No se debe aplicar el mismo razonamiento a los fonogramas, ya que la génesis de su protección jurídica no es la originalidad, sino el esfuerzo económico que conlleva para el productor la producción de dicha grabación, por lo que parecería que, siempre que se extraiga una muestra de una de estas grabaciones es necesaria su autorización. La excepción a este criterio nos viene también desde el Tribunal de Justicia que, precisamente en un caso de sampling que incumbía al mítico grupo Kraftwerk, estimó que, cuando la muestra correspondiente se modifique de tal forma que no sea reconocible no se considerará una reproducción del fonograma y, por tanto, la autorización de su productor no será necesaria. 

De nuevo, esta decisión, aunque acierta en reconocer en su fallo el esfuerzo creativo que puede haber tras esta técnica, evidenciado en discos como el Paul´s Boutique, por ejemplo, no indica o da pistas sobre cómo valorar la recognoscibilidad de la muestra original, por lo que ¿a qué criterio se debe acudir? Una posible respuesta es el criterio del oyente medio, pero, por el momento, seguimos sin una respuesta clara. 

Con todo esto, ¿qué venimos a decir? Que como criterio general y, a pesar de que pueden existir excepciones, difícilmente no será necesario recabar las dos autorizaciones. 

Pero ¿esto cómo afecta a Aitana? 

Deberemos esperar a escuchar la canción entera y no basar nuestro juicio en las pequeñas muestras que la artista nos ha ido adelantando, pero muchos son los que han apuntado ya a los parecidos entre las dos canciones, por lo que es muy posible que Aitana haya tenido que recabar los permisos correspondientes de los autores y productores de “Saturday Night”. Y, si no lo ha hecho, ¿es posible que tengamos ante nosotros una nueva reclamación por plagio?  

 Autor: Santiago Bernal Cueto.

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